«…y las palabras,/brillaban en su copa inagotable, /opacas o sonoras, /fecundas en la fronda del lenguaje, /cargadas de verdad y de sonido…»
Pablo Neruda: Oda al diccionario. Nuevas Odas Elementales. Santiago, 1956. En: Pablo Neruda. Antología General. Lima, 2010. Real Academia Española de la Lengua, p. 292.
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Cuando el ser humano llegó a ser casi completamente humano, cuando el homínido atravesó la selva húmeda de la prehistoria del ser y se convirtió en homo sapiens, su primera forma de humanidad fue la palabra. En el inmenso océano del cerebro humano, la primera raíz de la luz y de la razón se sumerge y se encuentra en el rico ejercicio de la lengua y de la comunicación, el balbuceo que intenta, el gateo de la boca y del cerebro en busca de la idea.
La condición humana comienza con la razón y se instala con la palabra, es decir, con el ejercicio inteligente de la conciencia para construir ideas que reflejan y reproducen las cosas. Una palabra es así, una idea comunicada que refleja y reproduce una cosa, un objeto, un hecho, una realidad, una forma.
En los primeros tiempos del niño, el juego de las sílabas y de las letras, se mezcla con la denominación de los objetos y de los seres. La pregunta del niño y la respuesta del mayor puede ser un ejercicio de navegación por los nombres de cada uno de los objetos que rodean la presencia del aprendiz, que pone etiquetas de prueba a las cosas, registrando su propia manera de re-construir la realidad. En el lento y fascinante ejercicio de denominación del niño, se abre y se vuelve a escribir nuevamente un diccionario siempre inconcluso de nuevos significados que son re-significados.
La palabra es un segmento del discurso, un segmento significante, un segmento retórico asociado a una significación convencional dada. Es un fonema con significado y la representación gráfica de ese fonema. En cambio un concepto es una abstracción retenida en la mente y que resume experiencias, razonamientos y/o ideas.
… … en elaboración …
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