Archivo de la categoría: REFLEXION DESDE LAS CIENCIAS SOCIALES

Contribuciones para una historia de las Ciencias Sociales

La historia de las ciencias sociales tiene sus raíces en la filosofía antigua. En la historia antigua, no existía diferencia entre las matemáticas y el estudio de la historia, la poesía o la política. Durante la Edad Media, la civilización islámica hizo importantes contribuciones a las ciencias sociales. Esta unidad de ciencia como restos descriptivos y razonamiento deductivo de axiomas y premisas para la investigación que crearon un marco científico fiable.

La Ilustración produjo una revolución con la entonces denominada «filosofía natural«, con la que se modificó el marco básico por el cual los individuos entendían lo que era «científico». En algunos sectores de la intelectualidad europea, el avance creciente de los estudios matemáticos presumía una realidad independiente del observador y que funcionaba por sus propias normas. Puede afirmarse que las ciencias sociales -tal como las entendemos y aplicamos en el presente- provienen de la filosofía moral de la época y estuvieron influenciadas por la Era de las revoluciones, tales como la Revolución industrial y la Revolución francesa.

Las ciencias sociales son herederas de la modernidad.

Las ciencias sociales desarrolladas a partir de las ciencias (experimentales y aplicadas) o el conocimiento de base sistemático o prácticas prescriptivas, relaciones con el progreso social de un grupo de entidades interactuantes.[2] [3]

Los inicios de las ciencias sociales en el siglo XVIII están reflejados en la Enciclopedia de Diderot, con artículos de Rousseau y otros enciclopedistas. El crecimiento de las ciencias sociales también fue mostrado en otras enciclopedias especializadas. En el período moderno, el término «ciencias sociales» fue inicialmente utilizada como un campo conceptual distinto.[4] Las ciencias sociales fue influenciada por el positivismo,[1] centrado en el conocimiento basado en la experiencia real en sentido positivo y evitando lo negativo; la especulación metafísica fue eliminada. Auguste Comte usó el término «ciencia social» para describir el campo, tomado de las ideas de Charles Fourier; Comte también se refiere al campo de la «física social».[1] [5]

Después de este período, hubo cinco vías de desarrollo que surgieron en las ciencias sociales, influenciadas por Comte y otros campos.[1] Una de ellas fue la investigación social, por la cual se llevaron a cabo grandes muestras estadísticas en varias partes de Estados Unidos y Europa. Otro camino fue iniciado por Émile Durkheim, quien estudió los «hechos sociales», y por Vilfredo Pareto que introdujo ideas metateóricas y teorías individuales. Un tercer camino, desarrollado por Max Weber, surgió de la dicotomía metodológica, en la cual se identificaba y entendía el fenómeno social. La cuarta ruta se fundamentó en la economía, desarrolló y promovió el conocimiento económico como el propio de una ciencia dura. La última vía fue la correlación del conocimiento y valores sociales; Weber demandó firmemente esta distinción. En esta vía, la teoría (descripción) y la prescripción eran discusiones formales no superpuestas de un tema.

Para el inicio del siglo XX, la filosofía ilustrada había sido desafiada en varios frentes. Después de la utilización de las teorías clásicas desde el final de la revolución científica, diversos campos sustituyeron los estudios matemáticos por estudios experimentales y analizaron ecuaciones para construir una estructura teórica. El desarrollo de subcampos de las ciencias sociales se hizo muy cuantitativa en la metodología. Por el contrario, el carácter inter y transdisciplinar de la investigación científica en el comportamiento humano y los factores sociales y ambientales que la afectaban hizo que muchas de las ciencias naturales se interesaran en algunos aspectos de la metodología de las ciencias sociales.[6] Ejemplos de una frontera borrosa incluyen disciplinas emergentes, como la medicina, sociobiología, neuropsicología, bioeconomía e historia y sociología de la ciencia. Cada vez más, la investigación cuantitativa y los métodos cualitativos están siendo integrados en el estudio de la acción humana y sus implicancias y consecuencias. En la primera mitad del siglo XX, la estadística se convirtió en una disciplina independiente de matemática aplicada, por lo que los métodos estadísticos cobraron mayor confiabilidad.

En el período contemporáneo, Karl Popper y Talcott Parsons, entre otros autores, influyeron en la complejización y promoción de las ciencias sociales.  Los investigadores sociales continúan en el presente en busca de un consenso unificado en torno a qué metodología tendrá el poder y refinamiento de conectar una «gran teoría» propuesta» con las múltiples teorías de medio rango que siguen proveyendo con considerable éxito marcos utilizables para bases de datos masivos y crecientes; sin embargo, en la actualidad, los distintos ámbitos de las ciencias sociales evolucionan en una miríada de formas, aumentando el conocimiento general de la sociedad. Las ciencias sociales en el futuro previsible estarán compuestas de diferentes áreas de investigación de campo.

MANUEL LUIS RODRIGUEZ U.

Las encuestas políticas y electorales – Consideraciones metodológicas

I. Concepto general de la encuesta como técnica de investigación

La encuesta es una técnica de investigación social que permite conocer las opiniones y actitudes de una colectividad por medio de un cuestionario que se aplica a un reducido grupo de sus integrantes al que se denomina «muestra». Esta técnica se usa con frecuencia en las campañas electorales.

Quienes no han estudiado estas disciplinas cuestionan la validez de esos datos argumentando que lo que dicen unos pocos cientos de personas no permite saber lo que opinan cientos de miles de ellas y elucubran acerca del tamaño de la muestra, su confiabilidad y otra serie de temas. Normalmente imaginan que los procedimientos que deben conducir a la elaboración de una muestra son casi mágicos.

La verdad es que tendríamos una muestra perfecta si lográramos hacer un sorteo en el que todos los electores de un país tuviesen exactamente la misma posibilidad de ser entrevistados. La mejor muestra sería fruto del azar más completo.

En la práctica, esa igualdad de posibilidades no se da. Es más fácil encuestar a los habitantes de las ciudades que a los campesinos, a los de los barrios de clase media que a los de clase alta, etc. En la medida en que el azar total no funciona, los encuestadores toman una serie de medidas técnicas y hacen cuotas para que no sean entrevistados solamente los que tienen más posibilidad de serlo.

Las encuestas electorales están en el ojo de la polémica electoral contemporánea. Desde tiempos inmemoriales los seres humanos tenemos temores y actitudes mágicas frente a los instrumentos que parecen predecir el futuro. Esta tensión instintiva sumada a las pasiones de la lucha por el poder forman una mezcla explosiva que detona en cada campaña electoral.

Las encuestas son conocidas por el escándalo que produce en las campañas la publicación de la simulación electoral, que es una pregunta del formulario que averigua cómo votarían los ciudadanos si las elecciones fueran el día en que se realiza la encuesta. Los candidatos se obsesionan por esa pregunta. Los porcentajes producen polémicas estridentes. Unos dicen que según «sus» encuestas ganan, otros que las encuestas publicadas son falsas, otros que no creen en las encuestas. En varios países de América Latina se han hecho cuñas de televisión hablando de «verdaderas encuestas» y otros disparates.

Los temores mágicos han puesto el foco de la polémica en lo intrascendente y no en lo de fondo. Las encuestas son muy útiles para ganar una elección si se las usa como lo que son: una técnica de investigación. Su fuerza está en la cantidad y calidad de la información que proporcionan a quienes elaboran las estrategias electorales.

En una época en que la democracia se ha ampliado y los países no solo se manejan de acuerdo a lo que dicen las élites económicas o intelectuales, una campaña electoral necesita conocer lo que opinan los ciudadanos comunes acerca de los más diversos temas. La única forma de hacerlo es a través de la investigación científica y la herramienta privilegiada de ese tipo de investigación es la encuesta electoral3.

II. Antecedentes históricos sobre la técnica de las encuestas.

Originalmente las encuestas se aplicaron a la política por iniciativa de medios de comunicación colectiva que pretendían predecir resultados electorales.

La primera encuesta de que hay noticia la aplicó el periódico Harrisburg Pennsylvanian en 1824 averiguando las preferencias de los ciudadanos de Wimiltown en Estados Unidos. En 1880 fue un grupo de periódicos integrado por el Boston Globe, el New York Herald Tribune, el St. Louis Republic y Los Angeles Times el que realizó una nueva encuesta, consiguiendo un aceptable éxito; sus porcentajes se ajustaron bastante a los obtenidos por los candidatos el día de la elección4.

En 1936, la revista Literary Digest intentó hacer su propia encuesta enviando a diez millones de norteamericanos formularios para que los llenasen por sí mismos. El resultado fue catastrófico. Esta experiencia demostró que no es el tamaño de la muestra sino el nivel técnico de quienes la elaboran lo que determina la proximidad de los resultados de la encuesta con los de la elección.

En la década del treinta la señora Alex Miller que pretendía ser Secretaria de Estado en Iowa, contó con el apoyo técnico de las encuestas de su yerno George Gallup para su campaña electoral. Gallup hizo posteriormente su tesis doctoral sobre técnicas de muestreo y fundó una de las empresas de encuestas más famosas del mundo. En esos mismos años surgieron otros grandes encuestadores como Elmo Ropper, que dieron mayor prestigio científico a las encuestas de opinión pública.

Desde entonces en los Estados Unidos las encuestas han servido como instrumento de tecnificación de las campañas electorales y como ingrediente de un periodismo moderno, más preocupado por la opinión pública.

En los Estados Unidos se celebran centenares de elecciones y consultas populares todos los años desde hace muchos años. Esta amplitud y permanencia de la democracia ha permitido que en ese país las técnicas electorales se hayan sofisticado como en ningún otro lugar del mundo. A partir de la campaña del Presidente Kennedy, la mayoría de los políticos norteamericanos comprendieron la utilidad de este tipo de estudios, y actualmente no existe ningún candidato medianamente serio que al iniciar su campaña no proceda a conformar un equipo de consultores profesionales que le asesoren entre los cuales, inevitablemente, está al menos un experto en encuestas.

A partir de la formación de la American Asociation of Political Consultants en los años sesenta, la consultoría política se ha profesionalizado. En la política norteamericana actual nadie duda de la importancia de estos profesionales en campañas electorales y existen varios centenares de empresas dedicadas exclusivamente a la política práctica.

En el intento de avizorar el futuro, la suerte de las encuestas ha sido variable. Por lo general, los sondeos han previsto los resultados electorales aunque a veces han fallado estrepitosamente, como en 1948 cuando todas las empresas predijeron la derrota del Presidente Truman, o como en las elecciones nicaragüenses de 1990, en que la mayor parte de las empresas encuestadoras predijeron el triunfo Sandinista sobre Violeta Chamorro.

En la mayor parte de los países de América Latina las primeras encuestas se aplicaron patrocinadas por medios de comunicación colectiva. En estos días son muchos los periódicos y canales de televisión que publican encuestas cuando llegan las elecciones. Algunos medios de comunicación modernos usan regularmente estudios de opinión pública para otros temas que no son estrictamente electorales, pero que son cada vez más importantes para comprender la política contemporánea.

Actualmente en América Latina son pocos los políticos que manejan bien las encuestas y la consultoría política para orientar sus campañas electorales, aunque en los últimos años, en la mayoría de las campañas han participado consultores que basan sus estrategias en los resultados de investigaciones técnicas.

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La metodología de la investigación como herramienta académica y científica

La metodología de la investigación como disciplina emana desde la Epistemología e integra el conocimiento y la aplicación de diferentes métodos y técnicas provenientes desde distintas Ciencias.

La metodología sirve a las ciencias como el soporte conceptual y procedimental suficiente para asegurar la contrastabilidad, aplicabilidad, pertinencia y validez de los procesos de investigación científicos de manera de cumplir con las exigencias y protocolos que cada disciplina exige para considerar a cada producción como un hallazgo de carácter científico.

La Metodología sirve a la Ciencia como repertorio prescriptivo de las diferentes etapas y pasos formales que el investigador debe cumplir sucesivamente para procesar los datos obtenidos desde la realidad y alcanzar la verdad o el conocimiento, entendiendo siempre que los hallazgos científicos están caracterizados por la precariedad -es decir, por su carácter provisorio- y por la contrastabilidad con la realidad empírica a la que alude.

En el proceso de la investigación, la Metodología regula el uso adecuado y eficiente de las diferentes técnicas y procedimientos a fin de asegurar que se correspondan entre sí, los objetivos de la investigación, las preguntas y la hipótesis de investigación, las variables e indicadores que constituyen la hipótesis, con aquellas técnicas y estrategias de levantamiento de la información más adecuadas y pertinentes al objeto de investigación.

Manuel Luis Rodríguez U.

Glosas a las «Reglas para la Dirección del Espíritu» de René Descartes

Descartes puede considerarse como uno de los fundadores de la Epistemología moderna, es decir, uno de los iniciadores de un proceso de racionalización de la búsqueda del conocimiento.  A partir del «Discurso del Método», Descartes despliega en el siglo xvii una nueva tentativa de «combate intelectual» para dar por tierra con los prejuicios, dogmas y lugares comunes provenientes de la teología y en las «Regulae Ad Directionem Ingenii» fija algunas orientaciones del método que más tarde serían perfeccionadas en el «Discurso del Método».

Seleccionamos aquí algunos párrafos de las Reglas, para ofrecer un análisis epistemológico aplicado a las necesidades modernas de la investigación.

Y en verdad me parece asombroso que muchos investiguen con toda diligencia las costumbres de los hombres,las virtudes de las plantas, el movimiento de los astros, las transformaciones de los metales y otros objetos de estudio semejantes y, en cambio, casi nadie se preocupa del buen sentido, o sea, de esa universal sabiduría, cuando p0recisamente todas las otras cosas se deben apreciar no tanto por sí mismas cuanto porque en algo a ella contribuyen. (Regla Primera)

Podemos llegar al conocimiento de las cosas por dos caminos, a saber: por la experiencia o por la deducción. (Regla Segunda).

Entiendo por intuición…a una concepción del puro y atento espíritu tan fácil y tan distinta que no quede en absoluto duda alguna respecto de aquello que entendemos o, lo que es lo mismo, una concepción no dudosa de la mente pura y atenta, que nace de la sola luz de la razón y que, por ser mas simple, esmás cierta que la misma deducción. (Regla Tercera).

Manuel Luis Rodríguez U.

El análisis institucional: categorías y criterios

INTRODUCCION CONCEPTUAL

Las instituciones ocupan un lugar preminente en el desarrollo social y en la vida de las sociedades.  Las Ciencias Sociales y en particular la Ciencia Política y la Sociología han venido a «tomar conciencia» en el curso del siglo xx respecto del peso y de la influencia de las instituciones en el espacio social, al intentar analizar y comprender los grandes aparatos organizacionales como el Estado y las instituciones religiosas.

La problemática institucional requiere de una mirada macroscópica, para establecer los grandes trazos de la evolución «biográfica» de una entidad, como también de un análisis microscópico, a la hora de intentar identificar problemas, trizaduras, quiebres y también aquellos elementos sólidos que aseguran su estabilidad y continuidad.

La metáfora arquitectónica podría servir eficazmente al estudio de las instituciones, asemejándolas con grandes estructuras sólidas y permanentes, pero necesariamente, hemos de recurrir a otras categorías de análisis para comprender cómo ésa solidez y esa estabilidad, instaladas en el imaginario colectivo y en el inconsciente de los individuos, contribuyen a su propia continuidad en el tiempo.

En la historia del análisis institucional, por lo menos en la tradición de Occidente en el siglo xx, debemos señalar entre los pioneros a Herbert Marcuse, quién en «El Hombre Unidimensional» (Boston, 1954), ya advertía sobre la omnipresencia del control, dominio y manipulación que habían alcanzado los aparatos estatales y las grandes corporaciones empresariales.  Estados y empresas que operaban y operan en cuanto instituciones.  Pero ya anteriormente, Karl Marx y Max Weber habían puesto el acento en los rasgos institucionales de las sociedades modernas.

INDEFINICIONES Y DEFINICIONES

Este ensayo en forma de Esquema de Clases, pretende examinar y describir algunas de las principales categorías para el análisis institucional, desde una perspectiva interdisciplinaria, integrando enfoques provenientes desde la Sociología, la Ciencia Política y  la Ciencia de las Políticas.

Inicialmente cabe formular algunas contribuciones para una definición teórica de institución y de análisis institucional, desde la perspectiva adoptada.

Una institución (sea ésta política, cultural, económica o social) puede ser percibida y definida como «un sistema de reglas, prescripciones y protocolos que operan  desde y sobre la realidad», (lo que permite comprender y situar la fixidad de la institución y los procesos de intervención en los que participa);  como «una estructura compleja y adaptativa de poder que intenta a la vez permanecer y modificarse en el tiempo y en el espacio» (territorios) social (perspectiva que sugiere el peso histórico de la institución y su desplazamiento  evolutivo en el tiempo), y también como «una malla organizada de rutinas y de intereses que interactúan en un espacio social complejo y cambiante»  (que enfatiza las dinámicas que dan existencia a la institución en su interdependiencia activa con el medio social en el que existe y funciona).

Así, el análisis institucional puede definirse como una herramienta de comprensión de las dinámicas internas y externas de la institución, en la perspectiva de mejorar estructuras, prácticas, percepciones y desempeños.

Dos rasgos principales  nos permiten distinguir a las instituciones desde una perspectiva de la escuela realista del pensamiento: la permanencia y la complejidad.

Las instituciones permanecen porque son complejas, porque su desplazamiento en el tiempo social y en el espacio es lento, donde el cambio ocurre a ritmos cronológicos diferentes del tiempo normal, en tanto que la complejidad institucional asegura a estos aparatos humanos su capacidad de permanecer y de resistir.

La resistencia al cambio es una dimensión en la que se integran ambos elementos: las instituciones -por su peso burocrático y organizacional tienden a convivir con la resistencia al cambio, es decir, con la inercia de las rutinas establecidas y solidificadas como prácticas acostumbradas que no deben modificarse so pena de arriesgar el desorden o el caos.  En la microsociología de las organizaciones y las instituciones, la resistencia al cambio obedece a la activación permanente de estructuras mentales conservadoras, de habitos compartidos y pre-establecidos y de formas de acción percibidas individual y grupalmente como necesarias y suficientes.

Pero también operan dentro de las instituciones, impulsos y ejercicios de renovación y de cambio.  No se trata  siempre de un choque constante ni de una confrontación abierta, sino que en la realidad cotidiana del funcionamiento de la institución, el encuentro entre las dinámicas de resistencia y de impulso al cambio, produce una interrelación constante, un «efecto torbellino circular», donde el propósito de cambio se entrecruza con el propósito de estabilidad y permanencia, una suerte de «efecto caos» microscópico donde el juego del poder organizacional resuelve siempre en forma incompleta.

CATEGORÍAS PARA EL ANÁLISIS INSTITUCIONAL

La tentativa y el propósito de analizar a las instituciones choca inicialmente con la dificultad de definir los límites, el nivel y el alcance del análisis, de manera de abarcar precisamente la complejidad que las caracteriza.

Partimos desde la hipótesis de trabajo que el análisis de las instituciones resulta eficaz cuando se aborda su realidad compleja a partir de la noción de «campos de acción», que puede ser comprendidas y analizadas como dimensiones sociales y organizacionales de intersección en los que se despliegan las prácticas institucionales tanto en su forma relacional interna como en la interdependencia que la institución establece con su entorno. 

Sigiendo la perspectiva de Bourdieu, diríamos que el campo puede ser comprendido como un espacio social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones sociales determinadas.

Estas relaciones quedan definidas por la posesión o producción de una forma específica  de poder y de relación propia del campo en cuestión. Cada campo es más a o menos autónomo; la posición dominante o dominada de los participantes en el interior del campo depende en algún grado de las reglas específicas del mismo. El conjunto estructurado de los campos, que incluye sus influencias recíprocas y las relaciones de dominación y de poder entre ellos, define la estructura social.  Es decir, para los efectos de nuestro análisis institucional, entendemos que toda institución construye y participa en las vida social de un campo de acción e influencia, que sintetiza las formas de relación que ésta tiene con su entorno.

El entorno organizacional.

Una primera categoría de análisis -todavía muy descriptiva- dice relación con el entorno que rodea a la institución.  Entendemos como entorno al conjunto del campo organizacional de entidades que se relacionan, dependen, e interactúan con la institución objeto de nuestro análisis.

Se intenta aquí comprender el tipo  y el modo de relación que ha existido en el pasado y que se manifiesta en el presente entre la institución en cuestión y las demás organizaciones: el énfasis puede ser puesto en la dimensión relacional, a través de los pactos y alianzas establecidas, como también puede dar cuenta de la dimensión conflictual, es decir, a través de las frecuentes tensiones, diferencias, competencias y conflictos, que tienen lugar en el proceso de la vida social.

La estructura organizacional y su flexibilidad operativa

Un segundo campo de análisis institucional es la naturaleza de su estructura organizacional, es decir, la forma organizativa que se ha dado para los fines que la motivan.  Las estructuras institucionales, en general, tienden a obedecer a una lógica piramidal, según la cual, los niveles decisionales se establecen en la cúspide de la organización, punto focal donde se concentran -a la vez- un número limitado de individuos y una panoplia creciente  de poderes, de facultades y de capacidades de asignación de recursos.

La metáfora de la pirámide permite describir el modo como una institución se preserva a sí misma, asegurando que unos pocos compitan por acceder a los puestos claves de la cúspide, sin perder de vista el  gran número de individuos que realizan tareas y funciones desde la base de la estructura, en una distribución más o menos jerarquizada.

Si una institución es una organización de poder y de ejercicio del poder (cualquiera sea su forma), ese poder se despliega en niveles mayores o menores de flexibilidad operativa orientada a la ejecución de tareas con el máximo de eficiencia posible.

Y la pirámide organizacional es más eficiente o menos eficiente, tanto cuanto sea capaz de delegar tareas conservando poderes, o de distribuir beneficios y sanciones sin que resulte afectada la autoridad que emana de la institución.

Interlocuciones y percepciones

Toda institución puede ser analizada desde el punto de vista de la malla de relaciones que se tejen hacia y desde un entorno del cual depende.  La institución establece formas diversas de interlocución con otras similares y con el entorno, al tiempo que en campo social donde funciona, se construyen cotidianamente percepciones acerca del rol y del significado que esa institución tiene para los individuos que la observan desde fuera.

En su dinámica cotidiana, la institución fija y protagoniza agendas, despliega recursos y estrategias, propone e interviene en espacios sociales e individuales mediante contenidos y objetos, establece relaciones, construye y despliega formas diversas de comunicación y de intercambio de mensajes, de contenidos y de símbolos.

Por sus prácticas comunicacionales, pero también por sus acciones cotidianas asumidas socialmente,  una institución puede impregnar el campo social y el espacio público., con sus contenidos y universos simbólicos, definiendo y pre-estableciendo el modo como va a ser percibida por los públicos.

En este proceso comunicacional y de interlocución socio-organizacional, cada institución genera en torno suyo un campo semántico y discursivo que les es propio y distintivo, que configura imagenes corporativas distintivas.  El sello de una institución se instala, evoluciona y opera en el imaginario colectivo, en la mente de las personas, y en las percepciones que éstas adquieren respecto del rol, importancia y significado de aquella en el mundo social.

Dinámicas e incertidumbres

Al interior de las instituciones y desde ellas hacia su entorno, se ponen de manifiesto dinámicas e incertidumbres que los equipos directivos y humanos intentan gestionar, manejar, controlar y eventualmente evitar.

Dos dinámicas -entre otras- aparecen operando en las instituciones: una dinámica expansiva en la que las organizaciones tienden a proyectar sus acciones hacia su entorno y a extender sus campos de influencia/control en las redes de entidades con las que se asocian; y una lógica restrictiva, según la cual las organizaciones tienden a encerrarse conservadoramente en sus propios límites, estilos y rutinas, frente a entornos adversos.

ALGUNAS REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Bourdieu, Pierre (1980). Le sens pratique. Paris: Editions du Minuit.

Bourdieu, Pierre; Wacquant, Loïc (1992). An Invitation to Reflexive Sociology. Chicago: University of Chicago Press.

Foladori, H.C.: La intervención institucional.  Hacia una clínica de las instituciones.  Santiago, 2008.  Editorial ARCIS.

Hall, P.; Taylor, R.:  Political Science and the The New Institutionalism. Political Studies, Vol. 44 (1996), pp. 936-957.

Marcuse, H.: El hombre unidimensional.  Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada.  Barcelona, 1970. Seix Barral.

Ritzer, G.: Vol.I:  Teoría Sociológica Clásica. Vol. II: Teoría Sociológica Contemporánea.  Madrid, 1997.  Mc Graw Hill. 

Manuel Luis Rodríguez U.

De las palabras a los conceptos

«…y las palabras,/brillaban en su copa inagotable, /opacas o sonoras, /fecundas en la fronda del lenguaje, /cargadas de verdad y de sonido…»

Pablo Neruda: Oda al diccionario. Nuevas Odas Elementales.  Santiago, 1956. En: Pablo Neruda.  Antología General. Lima, 2010. Real Academia Española de la Lengua, p. 292.

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Cuando el ser humano llegó a ser casi completamente humano, cuando el homínido atravesó la selva húmeda de la prehistoria del ser y se convirtió en homo sapiens, su primera forma de humanidad fue la palabra.  En el inmenso océano del cerebro humano, la primera raíz de la luz y de la razón se sumerge y se encuentra en el rico ejercicio de la lengua y de la comunicación, el balbuceo que intenta, el gateo de la boca y del cerebro en busca de la idea.

La condición humana comienza con la razón y se instala con la palabra, es decir, con el ejercicio inteligente de la conciencia para construir ideas que reflejan y reproducen las cosas.  Una palabra es así, una idea comunicada que refleja y reproduce una cosa, un objeto, un hecho, una realidad, una forma.

En los primeros tiempos del niño, el juego de las sílabas y de las letras, se mezcla con la denominación de los objetos y de los seres.  La pregunta del niño y la respuesta del mayor puede ser un ejercicio de navegación por los nombres de cada uno de los objetos que rodean la presencia del aprendiz, que pone etiquetas de prueba a las cosas, registrando su propia manera de re-construir la realidad.   En el lento y fascinante ejercicio de denominación del niño, se abre y se vuelve a escribir nuevamente un diccionario siempre inconcluso de nuevos significados que son re-significados.

La palabra es un segmento del discurso, un segmento significante, un segmento retórico asociado a una significación convencional dada.  Es un fonema con significado y la representación gráfica de ese fonema.  En cambio un concepto  es una abstracción retenida en la mente y que resume experiencias, razonamientos y/o ideas.

… … en elaboración …

Ese artefacto que llamamos futuro

El futuro no es solo una cuestión cronológica, el futuro no es sólo una cuestión de tiempo.

Si así fuera, el porvenir podría venir prefigurado, pre-escrito y anticipado con detalle, hasta llegar a la exasperante nulidad de lo planificado.  Sin embargo, la cuestión que se nos presenta ante el “problema del futuro” es que se trata en definitiva de un constructo” artificial, cultural e históricamente determinado, es decir de un “objeto cultural” cuyo complejo contenido simbólico atraviesa longitudinalmente la historia de la humanidad, y se nos (im)(pro)pone como una metáfora implícita, no expresa, no visible y subyacente en el lenguaje común, en la imaginería artística, en la gramática política, en el quehacer comunicacional y en el logos científico.

Con demasiada frecuencia, el futuro es lo que los poderes dominantes, los intereses prevalecientes y las estructuras de hegemonía quieren hacer con nuestros porvenires individuales y nuestros futuros colectivos, sociales y grupales.

En cierto modo, el futuro y pensar el futuro puede ser o puede convertirse en una poderosa revolución de las mentes y las conciencias, en una poderosa máquina demoledora de sistemas, de estructuras y de aparatos de poder, como sucedió con el Renacimiento en el siglo XIV, con la Ilustración en el siglo XVII y XVIII, con los cambiois sociales, científicos e ideológicos del siglo XIX y con la revolución tecnológica de fines del siglo XX.

El futuro ya no es lo que era antes y seguramente cada sociedad, cada cultura, cada civilización elabora, difunde y proyecta su propio modelo de futuro.

Atrapados entre un presente inasible que se nos escapa a cada instante, un pasado definitivo al que no podemos regresar como suceso y un futuro improbable que no acontece todavía, los humanos intentamos traer el porvenir al momento actual,  para tratar de anticipar lo que nos espera.

Sólo que, a diferencia de otros procesos sociales luego humanos, el futuro no nos espera: ya está comenzando a suceder…

Desde esta perspectiva, sólo el presente, con su cortejo de determinaciones irrefrenables, se permite decidir y anticipar lo que sucederá o lo que debería suceder en el porvenir, ya que la historia ha transcurrido y no regresa, y el futuro parece que todavía no acontece.  El futuro resulta entonces operar como amplio campo de exploración de la ciencia, como lugar de imaginación de la literatura, como terreno de ensoñación del arte, como programa previsional de la política y de la estrategia, como espacio de anticipación de la cultura y también como terreno de innovación e invención de la tecnología.

Asistimos al futuro como una locomotora multiforme que se acelera delante de nuestra conciencia y el subconsciente colectivo, en la forma de anticipaciones, previsiones y predicciones que se instalan intentando prefigurar en el presente, lo que el presente quiere hacer del futuro.

La Economía pretende imponer su proyecto de futuro, sobre la base de la determinación de los procesos productivos sobre el sistema político y la cultura, del mismo modo como las demás Ciencias Sociales inscriben el porvenir en la lógica de acontecimientos más o menos indefinidos supuestos en horizontes temporales no precisos.   El futuro de las Ciencias Sociales se diluye en el tiempo real.

El objeto de la ciencia llamado futuro, fue tomado inicialmente -en los lejanos tiempos prehistóricos- por la adivinación y la magia, fue adoptado más tarde por la anticipación y la futurología en las edades medias y feudales, pasó por las manos de la Ciencia Ficción en el siglo xix en la modernidad y se instaló en la Previsión y la Prospectiva desde la segunda mitad del siglo xx.

En este lento trayecto histórico y epistemológico, la problemática futurista ganó en capacidad metodológica y en potencia conceptual, pero perdió en amplitud y precisión, ganó en cientificidad y perdió en pasión e imaginación.

FUTURO Y TIEMPO

Del mismo modo como el futuro es una construcción cultural, un universo simbólico que la historia acarrea consigo, el tiempo es un marco cronológico en el que inscribimos los hechos de la cotidianeidad, formando una secuencia irrepetible y aparentemente ineludible de acontecimientos.  El futuro depende del tiempo, como elaboraciones culturales predeterminadas, que supone visiones temporales, determinadas interpretaciones del transcurso.

En la cultura occidental, heredera casi directa de la herencia judeo-cristiana se nos impone el tiempo -y la noción de tiempo-  como una secuencia lineal irrepetible y absoluta que va desde el pasado, transcurre en el presente y continúa hacia el futuro.  El tiempo como línea absoluta “pasado – presente – futuro” es uno de los paradigmas claves que determinan la cultura dominante en la sociedad contemporánea.

L’avenir donc, n’est pas une formule cronologique construite une fois pour toutes sinon au contraire, c’est une simbologie déterminée par la logique du temps qui s’impose à la culture et dont le présent conduirait vers le futur sans appel et sans detour.

En la lógica occidental del tiempo, el pasado ya ocurrió, el presente está sucediendo y el futuro todavía no ocurre, generando una linealidad inevitable y determinista de todo el acontecer humano.  Sin embargo, en otras culturas, como las originarias americanas en cambio, el tiempo opera como ciclos que giran, van y vuelven, dando forma a una evolución cíclica en forma de espiral cronológica.

El futuro como significado y símbolo (siguiendo la lógica del interaccionismo simbólico) permite a los individuos actuar e interactuar de una manera distintivamente humana sobre el proceso histórico y sobre el presente, produciendo a la vez, interacción social e interacción simbólica.

TECNICAS Y MÉTODOS

La disciplina Prospectiva ha avanzado, desde su surgimiento a mediados del siglo xx en el diseño de nuevas técnicas y métodos de exploración del futuro o, más bien dicho, de los futuros posibles.  Entre ellas, cabe destacar a los escenarios prospectivos, el método Delphi y el estudio de las tendencias profundas, resultan ser los métodos más atractivos y utilizados para construir diseños y modelizaciones de futuros en horizontes de tiempo que van desde el corto plazo (de 5 a 10 años), mediano plazo (de 11 a 20 años) y de largo plazo (de 21 años en adelante).

Cabe subrayar que en su estado actual de avance de las técnicas prospectivas, lo que éstas logran realizar es sólo una anticipación aproximada y general de las tendencias que ocurrirían plausiblemente en el futuro y que pudieran influir los comportamientos y procesos humanos.  Ninguna de las técnicas y modelos de pronóstico científicamente validadas permiten anticipar futuros de mediano y largo plazo con exactitud absoluta.  Podemos anticipar, por ejemplo,  el clima meteorológico con una o dos semanas de anticipación, pero resulta aventurado anticipar el clima para el próximo mes con exactitud diaria.

La «curva del tiempo» (pensando en términos de relatividad einsteniana) se tuerce y distorsiona a medida que nos alejamos del presente, de manera tal que los pronósticos plausibles pierden en precisión cuando nos desplazamos desde el mediano al largo plazo en la línea del tiempo cronológico.

Del mismo modo,  la línea temporal «pasado-presente-futuro» puede ser precisa y detallada cuando desde el presente analizamos las tendencias pasadas más notorias y las proyectamos en horizontes y escenarios de corto plazo hacia el futuro, pero el pronóstico se hace más difuso cuando tomamos largas tendencias desde el pasado histórico y, pasando por el presente, las proyectamos hacia escenarios de largo plazo en el futuro.

El uso de las técnicas prospectivas ha sido adoptado por las principales disciplinas científicas modernas y los problemas de su validación metodológica, vienen dados -entre otros factores- por las dificultades propias de la verificación de las hipótesis prospectivas (no se puede verificar en el presente un pronóstico futuro) y por la adecuada selección y ponderación de las variables que serán proyectadas desde el presente hacia el horizonte de futuro elegido.

Otra dificultad epistemológica que enfrentan los métodos prospectivos, es el azar.  En la medida en que los procesos humanos (sociales, económicos, culturales, políticos, tecnológicos, ambientales) están sometidos al imponderable de lo imprevisto, del accidente, de la falla, del caos y del error, en síntesis, en la medida en que el azar interviene siempre en los procesos de la vida humana, este factor imprevisible e imprevisto debe ser también considerado e incorporado en la previsión futurista.

Manuel Luis Rodríguez U.

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS CONSULTADAS

  • Bas, Enric (1999). Prospectiva; herramientas para la gestión estratégica del cambio. Ed.Ariel.Barcelona.
  • Godet, Michel (2004). Creating Futures Scenario Planning as a Strategic Management Tool. Economica, Paris, 2001.
  • Grawitz, M.: Méthodes des Sciences Sociales. Paris, 1990.  Edit. Dalloz.

    Ritzer, G.: Teoría Sociológica Contemporánea. México, 1996.  McGraw-Hill Edits.

    RECURSOS DE INFORMACIÓN ADICIONALES

    INSTITUTE FOR FUTURE STUDIES

    FUTURE STUDIES METODOLOGIES

    FONDATION FUTURIBLES

    Las nuevas Ciencias Sociales: grietas en las murallas de las disciplinas – Mattei Dogan (UNESCO)

    Una doble distinción: la enseñanza por oposición a la investigación y la disciplina por oposición a la especialidad

    En todas las universidades, la enseñanza, el nombramiento y las carreras de los docentes, el examen de su labor por colegas de igual categoría se ajustan a las fronteras diciplinarias. Las disciplinas desempeñan un importante papel en la transmisión del saber de una generación a otra, motivo por el cual se perpetuarán en las universidades. Por el mero hecho de existir oficialmente, una disciplina tiene muchos intereses profesionales que defender. Cada disciplina defiende celosamente su soberanía territorial. Algunos estudiosos creen todavía, como Augusto Comte hace mucho tiempo, que cada ciencia debe poseer su propia materia de estudio distintiva, opinión que se puede justificar desde una perspectiva pedagógica.

    Ahora bien, en el frente de las investigaciones, las fronteras reconocidas de las disciplinas están cada vez más en entredicho, porque las disciplinas tradicionales ya no corresponden a la complejidad, las ramificaciones, la gran diversidad del esfuerzo que hoy día despliegan los científicos. En la investigación científica, el aumento de las especialidades fisura las disciplinas académicas, cuyos perfiles están convirtiéndose en artificiales y arbitrarios. Entre disciplinas vecinas hay espacios vacíos o terrenos inexplorados en los que puede penetrar la interacción entre especialidades y campos de investigación, por hibridación de ramas científicas. En paralelo a la distinción entre enseñanza e investigación discurre la distinción entre disciplina y especialidad. La mayoría de los sociólogos de la ciencia consideran pertinente la oposición entre disciplina y especialidad, como demuestran los ejemplos que a continuación expondremos.

    Thomas Kuhn, tras haber creído que las disciplinas eran vectores de paradigmas, se decantó por las «matrices disciplinarias», unidades menores que las disciplinas. No existen definiciones analíticas de especialidades y disciplinas.

    «Ambas son agrupaciones laxas de científicos consagrados a problemas similares y que se identifican a sí mismos y son identificados por otros como personas que trabajan en la división menor, social y cognitivamente definida como especialidad y así denominada… Las especialidades son comparativamente pequeñas y fluidas, en tanto que las disciplinas son más estables y están más a menudo institucionalizadas en la estructura de las universidades y de las agrupaciones profesionales oficiales… Los miembros de las especialidades son conocidos por los demás o conocen mutuamente su labor, en mayor medida que las investigaciones efectuadas en su disciplina considerada en conjunto» (Zuckerman, 1988, pág. 561).Según Crane y Small, «racimos de áreas de investigación conexas constituyen especialidades a cuyos miembros une un mismo interés por un tipo concreto de fenómeno o método… A su vez, las disciplinas se componen de un racimo de especialidades» (Crane y Small, 1992, pág. 198). Analizando las relaciones entre especialidades dentro de las disciplinas y entre especialidades interdisciplinarias, los mismos autores disciernen dos tipos de disciplinas:

    «Cabría esperar que las disciplinas restringidas, como la mayoría de las ciencias físicas, mostrasen un grado elevado de vinculación entre distintas áreas de investigación dentro de la disciplina, pero menos con otras disciplinas. Es probable que las ciencias no restringidas, como la mayoría de las ciencias sociales, mostrasen vínculos relativamente difusos entre las áreas de investigación tanto dentro como fuera de las disciplinas» (Ibíd., pág. 200).En el archipiélago de las ciencias sociales, hay, según la definición que adoptemos, de diez a quince disciplinas académicas, pero centenares de especialidades, sectores, campos, subcampos, intersticios y nichos. En sociología, por ejemplo, existen unas 50 especialidades, como indica la lista de comités de investigación de la Asociación Internacional de Sociología. En la Asociación Internacional de Ciencias Políticas hay otros tantos. La mayoría de estos grupos colaboran hasta cierto punto dentro de sus respectivas asociaciones traspasando las fronteras entre las disciplinas. Lo mismo sucede con la mayoría de las demás ciencias sociales, salvo la economía y la lingüística.

    Algunos autores han llegado incluso a proponer un cambio de nombre: «Esta vieja etiqueta de ciencias políticas es una herencia del pasado… No se ajusta a la realidad… Sociología política sería la verdadera denominación de la disciplina de las ciencias políticas» (Favre, 1995, pág. 157). La sociología se enfrenta a ese mismo problema de identidad: «Las subespecialidades de la disciplina se han vuelto vulnerables a ataques o incluso a la anexión por parte de disciplinas adyacentes… La organización de la sociología se enfrenta a potentes fuerzas centrífugas, a veces desintegradoras» (Halliday, 1992, pág. 3). Las fuerzas centrífugas engendran especialidades en torno a disciplinas y entre éstas.

    De las disciplinas tradicionales a la multiplicación de las especialidades

    La división de la física en física y astronomía y la de la química en orgánica e inorgánica son ejemplos clásicos de fragmentación de las ciencias. En las ciencias sociales, lo que originalmente era el estudio del derecho se divide hoy día en derecho y ciencias políticas; la antropología se escindió en antropología material y antropología cultural; lo mismo hizo la geografía; la psicología se separó en varias ramas; la economía está profundamente dividida entre econometristas y teóricos. La escisiparidad, la división, similar a la de la ameba, de una disciplina en dos, es un proceso habitual de fragmentación (Dogan y Pahre, 1990, pág. 58).

    La especialización es necesaria conforme una disciplina progresa y pasa de enfoques especulativos generales a estudios más empíricos y a la verificación de hipótesis. Ningún estudioso puede dominar toda la realidad empírica y el paso del nivel de la abstracción a lo concreto nos obliga naturalmente a limitarnos, a especializarnos. Las disciplinas se fragmentan además siguiendo imperativos epistemológicos, metodológicos, teóricos e ideológicos. Es probable que a quienes trabajan concretamente en una, las divisiones teóricas e ideológicas les parezcan más importantes que las de otra índole. Ralph Turner, con su experiencia de director de una impoortante publicación especializada, ha descrito del modo siguiente este proceso en la sociología:

    «En los años treinta y cuarenta, todavía era realista aspirar a ser un sociólogo generalista. Existía una masa lo suficientemente compartida de nociones básicas y una cantidad lo bastante reducida de investigaciones acumuladas en la mayoría de los campos de la sociología como para que un estudioso pudiese efectuar aportaciones de importancia a varios de ellos y expresarse con autoridad sobre la disciplina en general. Es difícil imaginar el genio que hoy día sería menester poseer para hacer otro tanto» (Turner, 1990, pág. 34).Diversos autores han subrayado la importancia que para una fragmentación como las que describimos tiene el aumento del patrimonio propio de las disciplinas; éstas, conforme acumulan saber, se fragmentan; la mayoría de las partes resultantes pasan a ser patrimonio de subcampos determinados y unas pocas, las clásicas, se transmiten en la hagiografía de varias disciplinas académicas.

    Según Randall Collins, cabe explicar la creciente especialización de la sociología por el crecimiento escalar del número de personas que la cultivan en los últimos decenios:

    «¿Cómo darse a conocer ante el gigantesco aumento del número de competidores?… La materia de estudio se divide en varias especialidades… En vez de buscar reconocimiento en el terreno más general, se opta por un campo más reducido, en el que poder desplegar nuestras ideas y buscar aliados» (Collins, 1986, pág. 1340).Esta explicación es aplicable a la mayoría de las ciencias sociales. Por encima de las fronteras entre disciplinas se observa un proceso de «diferenciación sin integración»: los especialistas «rara vez conocen los nombres de los estudiosos eminentes si cultivan especialidades distintas de las suyas» (Collins, Ibíd).

    Harriet Zuckerman ha resaltado en estos términos la importancia de las especialidades en la organización de las comunidades científicas:

    «Abundan las pruebas de carácter histórico y sociológico de que las especialidades han sido públicos selectos de muchos cientificos: son los públicos explícitos y tácitos -los grupos de referencia- a los que dirigen su obra, del mismo modo que son las fuentes primordiales de obtener medios para esa obra y recompensas por ella» (Zuckerman, 1988, pág. 539).Como sucede en algunas catedrales, en las capillas se celebran más ceremonias que en la nave mayor.

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    El rol de la metodología en el desarrollo de las ciencias y de la investigación

    PRESENTACIÓN

    El problema y la enseñanza de la metodología se concibe con frecuencia en el espacio académico y universitario, como el uso de ciertas técnicas destinadas a ordenar la busqueda de conocimientos y la presentación de los hallazgos. De allí que con frecuencia, la metodología de la investigación ocupa el mismo espacio secundario y desmedrado de la Etica en las mallas curriculares.

    Este Esquema de Clases sirve a los fines didácticos de presentar una reflexión general sobre el rol de la Metodologia en el proceso de la investigación científica.

    ¿QUÉ ES LA METODOLOGÍA?

    Si tan sólo fuera esto, la Metodología resultaría ser un rápido recetario de fórmulas procedimentales, pero entendemos que la Metodología de la Investigación releva de procesos mucho más complejos,  inherentes a la forma de pensar y de razonar, al modo cómo el individuo estructura y articula la búsqueda del saber, y cómo se organiza el proceso de la investigación que lleva a la ciencia y al conocimiento científico.

    La Metodología es entonces,  la secuencia de pasos y el proceso de construcción del conocimiento científico que va desde la realidad (en sus múltiples dimensiones) hacia la adquisición de nuevos saberes.

    El conocimiento científico es el resultado de la investigación científica y ésta ocurre y se realiza sobre la base de una secuencia de pasos y de momentos metodológicos  formales, de donde resulta que la metodología científica constituye -en la realidad empírica y en la práctica del investigador- una formalización del proceso de busqueda del conocimiento científico.

    en la actividad académica se ha vuelto imperioso desnudar las contradicciones, las aporías, las antinomias, las paradojas, las parcialidades y las insuficiencias del paradigma que ha dominado, desde el Renacimiento, el conocimiento científico.

    El término ‘paradigma’, aquí, desborda los límites que le fijara Kuhn en su célebre obra (1978, orig. 1962). No se limita a cada una de las distintas disciplinas científicas, sino que incluye la totalidad de la ciencia y su racionalidad. Los resabios positivistas de Kuhn han de ser aquí plenamente superados. No están en crisis los paradigmas de las ciencias, sino el paradigma de la ciencia en cuanto modo de conocer.

    Un paradigma científico puede definirse como un principio de distinciones-relaciones-oposiciones fundamentales entre algunas nociones matrices que generan y controlan el pensamiento, es decir, la constitución de teorías y la producción de los discursos de los miembros de una comunidad científica determinada (Morin, 1982). El paradigma se convierte, así, en un principio rector del conocimiento y de la existencia humana. De aquí nace la intraducibilidad y la incomunicabilidad de los diferentes paradigmas y las dificultades de comprensión entre dos personas ubicadas en paradigmas alternos.

    Ahora bien, toda estructura cognoscitiva generalizada, o modo de conocer, en el ámbito de una determinada comunidad o sociedad, se origina o es producida por una matriz epistémica.

    Un conocimiento de algo, sin referencia y ubicación en un estatuto epistemológico que le dé sentido y proyección, queda huérfano y resulta en definitiva ininteligible; es decir, que ni siquiera sería conocimiento.

    Así, hemos de asumir que conocer desde la ciencia, es siempre aprehender un dato o un hecho o fenómeno en una cierta función, bajo una cierta relación, en tanto significa algo en una determinada estructura dentro de una realidad.

    Pero, a su vez, el método para alcanzar ese conocimiento también estará siempre ligado a un paradigma específico, que le fija los senderos por cuales ha de caminar, y atado a una función ideológica que le determina las metas y a la cual sirve. Una investigación neutra y aséptica es algo irreal, es una utopía.

    El método, por lo tanto, es un constructo a la vez intelectual y operacional que está inserto en un paradigma; pero el paradigma, a su vez, está ubicado dentro de una estructura cognoscitiva o marco general filosófico o, simplemente, socio-histórico. Esto hay que ponerlo en evidencia.

    La metodología de la investigación, en consecuencia, postula un conjunto de reglas, principios y pasos  destinados  a guiar el proceso de búsqueda del conocimiento científico, en la perspectiva de que los procesos y los hallazgos se encuentren sustentados en la credibilidad, la objetividad y la idoneidad de los procedimientos aplicados para alcanzarlos.

    Investigamos porque buscamos la verdad.

    Investigamos porque queremos descubrir nuevos hechos y nuevas realidades, aportando así a la ciencia conocimientos nuevos y hallazgos que nos permiten hacer avanzar el saber.

    Los fundamentos de la modernidad, y de los paradigmas que la superan, se encuentran en la ciencia y la técnica, pero ambas responden a un movimiento intelectivo, un movimiento o desplazamiento de la conciencia humana desde el saber aprendido e instalado hacia el saber desconocido, hacia la aventura de descubrir, y la herramienta principal de ese proceso es la razón. Definimos que la razón es aún en el presente, el principal motor de búsqueda de nuevas verdades y nuevas realidades.

    La investigación científica y las metodologías de la investigación obedecen en consecuencia a procesos racionales, procesos intelectivos y prácticos de uso de la razón, y en los que nos encaminamos desde la ignorancia y el desconocimiento hacia el conocimiento y el saber, entendiendo y asumiendo incluso su precariedad y su carácter efímero y discutible.   Desde esta perspectiva también la razón se desplaza desde la razón instrumental, aquella que justifica la investigación aplicada, hacia la razón científica, aquella que ofrece a la ciencia hallazgos y descubrimientos.

    EL PROBLEMA ES COMO UNA MONTAÑA Y EL INVESTIGADOR ES EL ESCALADOR

    En el principio del conocimiento está el problema, una situación que requiere de solución.  Y los problemas funcionan como máquinas para devorar seres humanos incautos.  La investigación científica puede ser asemejada a una montaña escabrosa, a una pendiente llena de dificultades y de irregularidades que tiene que enfrentar el escalador.  El investigador hace las veces de un escalador, es decir, un avezado deportista o atleta que tiene por propósito llegar a la cumbre, a la cumbre del conocimiento y de la ciencia, pero para poder escalar, necesita un método, una manera de seguir una ruta, una metodología que le permita sortear las dificultades y continuar.

    Mientras algunos creen que las máquinas lo hacen todo, que las computadoras lo resuelven todo, debo reconocer que pertenezco al pasado: soy de los que creen que para conocer y para saber hay que investigar y que para investigar hay que hacer el lento y dificultoso camino del que escala una montaña.

    Sólo cuando llegue a la cumbre, comprenderá para siempre que la verdad y el saber son luminosos…

    Manuel Luis Rodríguez U.

    FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

    Bunge, M.: La investigación científica.  México, 2007.  Edit. Siglo XXI.

    Grawitz, M.: Méthodes des Sciences Sociales.  Paris, 199o.  Edit. Dalloz.